El café de mi vida

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Cristina Coello- The coffee of my life

Nos conocimos al apagar las luces navideñas, cuando el frío parecía que iba a comenzar a alejarse de la ciudad. Pedí un café, él otro. La confusión del camarero al servirnos hizo que nuestras manos se cruzasen. Nos miramos. Le había robado, sin darme cuenta, su latte. Entonces, reímos. Así comenzó todo, un martes a las siete de la tarde en un coffeeshop californiano, escondido en la ciudad de LA. El mejor café de mi vida, y no por su sabor, sino por la compañía.

Han pasado casi dos años desde entonces y su mirada sigue siendo lo mejor de cada mañana, sus abrazos el mejor refugio antes de ir a dormir. Ninguno imaginamos que aquella tarde de enero se convertiría en el motivo de que hoy sonriamos. Todo fue fugaz, inesperado, indescriptible. Un día me encontraba con absoluta indiferencia ante el amor y, al día siguiente, con unas ganas inmensas de no soltarle la mano.

Así comienzan las mejores historias, las que no se olvidan, las que nos acompañan siempre. Su llegada fue indescriptible, pero lo mejor vino cuando decidió quedarse. Espontáneo, intenso, inolvidable. Así es el amor y así es él.

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No te ex-quiero, te re-quiero

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Cristina Coello – Love above the water

Hacía mucho que no pensaba en ti. Quizás porque no he querido remover el pasado o, sencillamente, porque he dedicado estos últimos años a evitar lo emocionalmente difícil, a esquivar el drama. Todo este tiempo ausente de conversaciones contigo ha sido una auténtica aventura, llena de experiencias y sueños cumplidos. Tras tu partida, tracé la trayectoria que necesitaba para recobrar la sonrisa y separar de mí la dependencia a una persona que no acompañaría más a mi sol cada mañana.

Estoy segura de que te sorprendería todo lo que he hecho, los sitios que he visitado, lo mucho que he cambiado (creo que para bien). No sé si fue mi ego el que durante mucho tiempo cubrió el daño que sé que causé a nuestro romance o fue la inmadurez que, por aquel entonces, no supo entender que las prioridades las elige cada uno y que, solamente cuidando a la otra persona, seremos capaces de seguir avanzando de la mano. Posiblemente, el yo que tú necesitabas en aquel momento es el yo que hoy le entrego a otro. Curioso, ¿verdad? Hoy, creo que sí podríamos ser y, sin embargo, no somos y casi seguro que no seremos. Puede que ya lo hayas escuchado antes, pero confía en mí cuando escribo que no estaba preparada para aquello, que no era mi momento para parar el mundo y dejar de lado oportunidades por una relación que veía flotando en un mar de incertidumbre. Es triste, pero no supimos encontrarnos a medio camino, como le ocurre a tantos otros. Sin duda, eso no nos hizo especiales. Pero fuimos, al menos, lo suficientemente inteligentes o buenos para dejarnos marchar, tratando de no reabrir las heridas.

Hoy he permitido a mi cabeza rebobinar y sentarme en aquella plaza de Madrid, mirando a esas ventanas que de manera fugaz fueron testigos de un amor real, loco, una relación que, seguro, muchos nunca entendieron. He vuelto a revivir la adrenalina, los latidos que al unísono retumbaban sobre la cama antes y después de dormir, los hasta luego llenos de esperanza por volver a vernos. También he recordado lo malo, las lágrimas, las inseguridades y amargos ratos que persiguieron a dos veinteañeros durante más de un año.

Hace tiempo que pasé del odio a la casi indiferencia que ambos necesitamos para continuar creciendo, para pasar página. Te vi alejarte y, aunque dolió, traté de llevarlo de la mejor manera para devolvernos la sonrisa. Ambos hemos seguido adelante y soy muy consciente de la gran posibilidad de que estas líneas mañana no tengan ningún sentido. Pero hoy quería decirte que, en un instante, sin que nadie lo entienda, te he pensado y abrazado tu recuerdo. Hoy, sin saber por qué, no te ex-quiero. Te re-quiero.

LC 

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Más que palabras

Madridstreets2Llevo varias noches persiguiendo las respuestas que logren encender el cuarto oscuro en el que nuestras siluetas terminaron por difuminarse. No pude volver a verte, pese a mis enérgicos intentos. Créeme cuando digo que puse todo de mi parte. Sé que lo sabes, aunque nunca lo dije.

Aparentemente, no logramos entendernos o, quizás, no nos dio la gana. Era más fácil echar por tierra todo, culpando fríamente a barreras ajenas a nosotros, a las circunstancias, a los diferentes tiempos. Fue más fácil herir con palabras que derrumbarse y reconocer con lágrimas en los ojos que me ibas a echar de menos. No cruzamos ideas, huimos desgarrados.

“¿No estarás enamorada?”, me preguntaron. Todavía me entra la risa al pensarlo. ¿De verdad alguien tiene una respuesta a tal pregunta? ¿De verdad es tan sencillo responderla? Porque yo no veo más que divorcios e infidelidades, disfrazadas en la galería pública de la sonrisa y las caricias sobre la mesa. Hay excepciones, pero comienzo a pensar que la gente ha perdido el respeto a las palabras, a las promesas, a ti y a mí. Si yo hubiese contestado que sí, estaría condenándonos. Porque, aunque dueles, aunque no hay día en el que no piense en ti y no desee correr hasta tu puerta y gritar que daría cualquier cosa por una noche más a tu lado, creo que tal expresión sería el inicio de un estrepitoso fracaso. Rompería nuestra esencia.

Es posible que te quiera, tú deberías saberlo. Pero no por habértelo dicho, sino por mi modo de actuar, de tratarte, de besarte. Deberías saberlo no por las veces en que te he mencionado lo mucho que me encantaba estar contigo, sino porque no ha habido ni una sola vez en que te haya faltado el respeto, porque no hay día en no te haya admirado. No lo reduzcas a una simple expresión, no dejes que ellos lo hagan.

Fuimos más que una frase, fuimos más allá de tópicos y citas célebres. Fuimos lo que muchos definirían como la imperfecta perfección, el éxtasis, el miedo a perder, la peligrosa intensidad del momento, la pasión de noches en vela por miedo a no aprovechar cada segundo de aquel reloj que no esperaba. Al menos, por un instante, fuimos una sonrisa al mundo, un sueño cumplido, un presente acelerado.

Nosotros no nos prometimos nada. Sencillamente, nos lo dimos todo.

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Your skyline

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Y, con la misma sencillez con la que nos invitamos al baile efímero de la felicidad, nos dijimos adiós. Y te he pensado mil veces, mientras repaso cada detalle de aquella locura que fue caminar sosteniendo tu mano. Desapareciste, me olvidaste. Yo… Yo no supe salir de aquel aeropuerto.

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Algo incierto llamado amor

Cristina Coello

Tras varios días de silencio, dando un tiempo al luto marcado por el final de una gran batalla lidiada en mi cabeza, me he acordado de ti. Sin mirar atrás, te he visto. He admirado tu sonrisa, he sentido tus caricias.

No has dicho ni una sola palabra, te has mantenido estático y, sin embargo, la calidez de tu compañía no ha decepcionado mis creencias. Ha sido un encuentro fortuito, inesperado, un impulso para retomar el vuelo.

Caminaba deprisa, sin prestar demasiada atención a los rumbos callejeros de la gente, mientras escuchaba “There is a light that never goes out” de The Smiths. Encontrar un pequeño rincón de la ciudad en el que refugiarme era el objetivo; no he tardado mucho en conseguirlo.

Allí, con un café que despejase las dudas y mantuviese lúcida el resto de la tarde, una ráfaga mental, lejos del pasado, ha desviado mi atención. Y sin saber cómo y por qué he sonreído, tirando por tierra mis argumentos nostálgicos y tristezas. En un instante, han desaparecido las piedras, los contras y problemas. Has sido tú.

He viajado mucho más allá de los clavos, de los “y si…”, de las estúpidas probabilidades y preguntas sin respuesta y te he encontrado a ti, esperándome. Sin rostro, sin fecha exacta y con miles de promesas aún sin pronunciar. Lo he visto claro. Un reloj sin hora ni prisa, una mirada nueva pensándome y miles de abrazos preguntándose el día en que serán ejecutados.

Antes de disfrutar de tus carcajadas, de nuestra complicidad, posiblemente habrá que perderse y dar vueltas de nuevo más de una vez, llorar los descosidos y volverse locos en un ritual ya conocido internacionalmente para los amantes que aún no han encontrar su sitio. Pero, llegado nuestro momento, destrozando las incógnitas y dejándonos llevar por las líneas hace siglos escritas, el perdón cogerá fuerza por haber tardado y mi vida agradecerá un millón de veces al pasado los tropiezos hasta ti.

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Cicatrizando

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Un nuevo adiós, una nueva herida tratando de cerrarse, gritos en silencio queriendo mencionarte y acariciar tu cuerpo con fuerza. Incógnitas revoloteando sin respuesta y con un claro punto y aparte.

Llegó la hora de plasmar sobre líneas lo definitivo, el siguiente paso para cicatrizar. Es posible que aún no lo sepas, quizás algún día te arrastres con lágrimas tratando de caminar hacia atrás las baldosas que decidiste cruzar, pero hoy no queda más poesía en nuestra cama.

Se acabó la inocencia, perdimos los pequeños detalles y con ellos las sonrisas improvisadas, los “te quieros” inesperados, que desterraban cualquier duda. Nos desgastamos y abrimos las puertas a nuevas manos, a miradas ajenas. Perdimos el objetivo y la fuerza para conseguirlo, nos arrebatamos a nosotros mismos la posibilidad de un futuro éxtasis impregnado por el “tú y el yo”.

Fuiste tan cobarde que me dejaste luchando sola frente a monstruos; fantasmas del pasado y del presente consiguieron asustarme. Te alejaste sin compasión, desgarrando el amor que nos hacía fuertes. Aquello que creía indestructible hoy es tan sólo un espejismo, un recuerdo que pronto se convertirá en vago e ignorante.

Lo que hoy duele, mañana no será más que una promesa que, como tantas otras, no llegó a cumplirse. Pasará el tiempo y con él se irán desquebrajando los trozos de nuestros momentos, de nuestras palabras. Nuestra rutina pasará al cementerio de los fracasos del corazón, junto a otros tantos que creyeron haber encontrado la eternidad de los besos.

Miraré hacia otro lado, tú evitarás mi mirada. Olvidarás que hubo un tiempo en que expresarme te mantenía arriba, rozando el cielo. Me echarás de menos y no sabrás si es la idealización de mi ausencia o si fui real. Te preguntarás una y mil veces qué habría pasado y si fue la decisión correcta. Añorarás la complicidad, el mundo paralelo que construimos aun cuando todos creían que era imposible.

Volverás y yo, desgraciadamente, habré puesto más que tierra de por medio. Porque el día en que decidiste abandonarme dando palos de ciego fue el mismo día en que me di cuenta de que el amor vive hasta que dejas que muera y tú, inconscientemente, ya lo habías hecho hace mucho tiempo.

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En horas, minutos y segundos

Suelo y hojas secasNo sé si es tu recuerdo o mi engaño disfrazado de nostalgia, pero me paso el día buscando tu olor entre las sábanas, aguantando las lágrimas con tus iniciales grabadas, regalando sonrisas a desconocidos. No logro verte y, sin embargo, no puedo evitar sentirte en todas partes.

Llevo horas buscando una explicación lógica a tu ausencia; a tus abrazos perdidos; a tu cobarde lejanía; a tu «te quiero» destronado vistiéndose de orgullo, mostrando una felicidad que ojalá no fuese falsa para destruirme del todo y empezar de cero. Llevo horas reprimiendo las ganas de escribirte, de suplicarte que vuelvas y me agarres con fuerza contra ti, de pedirte que jamás vuelvas a marcharte.

Llevo minutos tratando de enfocar mi desdicha en unas líneas, mi locura y tristeza en unos párrafos, mirando por la ventana cómo la luz va cambiando su dirección y el viento va barriendo las hojas caídas.

Y en los últimos segundos, éstos durante los cuales escribo, mi cabeza sólo repite una cosa: olvídalo, se acabó.

No estabas hecho para mí. Pero lo peor, lo que duele, lo que enjaula, lo que muerde con rabia es que yo nunca fui para ti.

Hasta siempre, amor.

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Ayer

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Ayer leí nuestra historia al revés, desde el final hasta el principio; desde el último grito hasta la primera sonrisa; de silencio a silencio; de desconocidos a desconocidos.

Empecé por el defecto y acabé en el mismo disfrazado de virtud, pasando de los celos a la confianza, del reproche a la caricia, del orgullo a la entrega, de la distancia a la cama.

Ayer me di cuenta de cómo dejamos que lo bonito se desgastara, que lo que nos unía nos separase. Me percaté de la ingenuidad de nuestro primer beso y del egoísmo que acogimos olvidando su valor.

Recordé nuestros fallos, los cuales empezaron siendo promesas que jamás cometeríamos. Vi los detalles, los abrazos, las buenas formas, el tú y yo convertidos en nada.

Ayer comencé odiándote y acabé echándote de menos.

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Páginas en blanco

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Como en la ventana indiscreta, mirando desde arriba cómo el bullicio se mezclaba sobre baldosas negras y blancas sin apenas percatarse de con quién cruzaban sus miradas. Al infinito, perdidas, con el móvil en la mano.

Fijaba su mente en los pasos de todo el que paseaba por aquella calle tan conocida y transitada de Madrid. Tratando de obviar las millones de preguntas sin respuesta que buscaban hacerle caer en un auténtico delirio, buscaba centrar su atención en vidas ajenas.

Era de aquellos días en los que tu autoestima roza la desesperación y anhela encontrarse de nuevo. Arriba, arriba. Sorbía café mientras se repetía sin consciencia: todo va a ir bien, ya te reirás de esto. Ráfagas de él, de su ignorancia e inmadurez golpeaban con fuerza sus recuerdos. Desde el minuto uno, fue un auténtico “game over”.

Lo que más duele de pasar una página es cómo lo haces y cómo lo hace, son las herramientas que cada herida decide utilizar para empezar de nuevo, para cerrarse. Lo ideal sería un acuerdo, pero no siempre es posible y ya se sabe que un animal herido nunca ha sido de fiar. Así comienza una lucha entre dos corazones y dos cabezas, que se contradicen y pierden en ocasiones los papeles.

Las rupturas nunca han sido plato de buen gusto. Ni para el dejado ni para el que lo deja. Poner un punto y aparte a un día a día duele a cualquiera, ya sea por la costumbre y cariño o por la sensación que genera de vacío e incertidumbre. ¿Y ahora qué?

Sorbió otro poco de café y decidió unirse al desfile de paraguas que inundaba aquella calle. Dejó que sus zapatos decidiesen la intensidad de sus pisadas y volvió a su nueva rutina, a su página en blanco y escribió: estas son las últimas palabras impregnadas de ti, las primeras de una nueva etapa en la que pienso, sin dudarlo, ser feliz.

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